¿Responden mis preocupaciones a problemas que puedo solucionar?
Stephen R. Covey, en su libro ‘Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva‘, hizo alusión al concepto de proactividad como algo que va mucho más allá de describirla únicamente como una capacidad para buscar soluciones. En sus propias palabras, los seres humanos «somos responsables de nuestras propias vidas», y la proactividad sería la característica propia de las personas que se responsabilizan de su vida.
Según el mismo autor, las personas reactivas se sentirían dependientes del ambiente en el que se encuentren y construiría sus vidas en torno al mismo, cediendo el control a otros en vez de llevarlo ellas.
¿Cómo puedo saber cuándo mi actitud es reactiva o proactiva?
A través de nuestras actitudes y conductas podemos analizar si con nuestros actos nos movemos más en un polo o en el otro. En concreto, a través del lenguaje y los mensajes que nos transmitimos, podemos identificar a cuál nos acercamos más.
Es indudable que todxs tenemos determinadas preocupaciones que nos afectan en nuestro día a día y en las que invertimos tiempo y energía: cosas cotidianas como la salud, nuestra pareja, el trabajo… y otras menos cotidianas como la pobreza, las desigualdades, (o más recientemente, el coronavirus) entre muchas otras. Según este autor, podemos hacer una lista e introducir todos estos aspectos dentro de un círculo al que denominamos «círculo de preocupación«.
Analizando este círculo en detalle, podemos darnos cuenta de que sobre algunas de estas cosas no tenemos ningún tipo de control real, mientras que respecto a otras sí sería posible actuar. Estas últimas podemos introducirlas dentro de otro círculo al que podemos nombrar «círculo de influencia«.
Así pues, las personas proactivas centran sus esfuerzos en el círculo de influencia, es decir, tratan de ocupar sus esfuerzos sobre aquellas cosas en las que sí pueden influir. En el otro extremo, las personas reactivas se centrarían en el círculo de preocupación, atendiendo a aspectos que escapan a su control, generándose, por tanto, gran malestar en la persona.
Reflexiona y párate a pensar: ¿Obedecen tus preocupaciones a cuestiones sobre las que tienes control? O, por el contrario ¿son aspectos que no dependen de ti, sobre los que no puedes actuar? Preocuparse por aspectos ajenos a tu control es una inversión de tiempo que presumiblemente te generará malestar e impedirá que dediques tus esfuerzos a problemas sobre los cuales puedes influir para mejorar tu situación. Si aun así encuentras dificultades, recurrir a ir a terapia es una buena alternativa: tu terapeuta podrá acompañarte para encontrar la solución que mejor se adapte a tu situación.
Alejandro Vitieles Doñate